1. Dice Rousseau: «El principio fundamental de toda moral es que el hombre es un ser naturalmente amante de la justicia [...] Me he esforzado por mostrar cómo el vicio y el error, extraños a la constitución natural del hombre, han sido introducidos desde el exterior y lo han alterado insensiblemente».
Falsas afirmaciones; herejías. Reconozcamos nuestra verdadera naturaleza, fija y toscamente moldeada según lo vivido. Las tradiciones surgen como resultado de la experiencia humana. Fuerzas orgánicas. Entenderlas es fundamental.
2. Existe un centro necesario para cada organismo. Empuja y comanda, pero siempre carga con el peso de su tarea. Es dinámico; sus movimientos son suaves, veloces y precisos. Sabe lidiar con su enemigo, porque lo absorbe y subvierte. Manipula a sus allegados para preservar la vida, más no se engaña a sí mismo. Este papel activo, pero paciente, sólo puede demostrar estabilidad y firmeza.
Necesita expandirse.
3. El desplazamiento al organismo no le es sencillo, pues implica predeterminación y estrategia. Sin embargo, nada valdrían los obsequios de la mente si esta careciera de un motivo superior. Fácil es rendirse; fácil es perecer. Las formas son temporales.
4. Recordamos a Brooks Adams: «A medida que la energía, de una edad a otra, cambia de aliento, aparecen diferentes tipos de intelecto, y por lo tanto debería ser posible, comparando una sociedad viva con una muerta, estimar en cierto grado el curso que ha seguido».
¡Así es! Al final sólo quedan ruinas. Hundámonos en ellas hasta agotar penas. Luego, que el viento y nuestro espíritu nos guíen hacia la próxima parada.
—Julio Enrique Ávila